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Del congreso a la manifestación, pasando por el día a día

 

Es viernes por la mañana y el grupo de trabajo en el que participamos empieza fuerte: Esther Vivas habla de las injusticias de modelo agroalimentario imperante, de la capacidad que tienen unas pocas empresas y núcleos de poder por definir las políticas agroalimentarias, las dinámicas económicas y los hábitos de consumo alimentarios que nos rodean, pero también de qué vías encontramos por hacer frente. En medio de una discusión acalorada sobre quiénes son los “buenos” y los “malos” y qué espacios de poder tenemos al alcance, el consumo aparece como una pieza clave, tanto por sus potencialidades, como por sus limitaciones. Se habla del poder del consumidor individual para generar cambios; también se hace mención de la efervescencia que están teniendo los grupos y cooperativas de consumo agroecológico; se habla de la necesidad de hacer presión política y salir a protestar a la calle... en definitiva se dibuja un mapa de herramientas y vías a través de las cuales podemos ir presionando para que el modelo agroalimentario que nos rodea esté cada vez más cerca de aquello que queremos. 

Como CRIC intervenimos y explicamos que los cambios en los estilos de vida son una pieza clave, que reinventar nuestra cultura y hábitos alimentarios a nivel individual es indispensable para que las cosas cambien, pero que, para evitar posturas ingenuas, debemos ser conscientes de que es un cambio necesario pero no suficiente. 

Esta reflexión no es nueva, pero en el momento de agitación política actual es importante que esté presente: al consumo consciente y transformador se le deben sumar congresos como en el que hemos participado, en el que nos sometemos a una reflexión colectiva para intercambiar herramientas y conocimientos que cada cual se llevará a sus respectivos ámbitos de trabajo y activismo para seguir avanzando. Se le debe sumar también, como nos sumamos buena parte de los participantes del congreso, manifestaciones como la del el pasado sábado, en la que un bloque de gente vinculados por la lucha agroecológica y por la soberanía alimentaria plantaba un huerto bajo el Arco de Triunfo de Barcelona para dar un toque de atención a la clase política sobre la necesidad imperante de emprender cambios profundos en la manera en qué funcionamos como sociedades. Desde las verduras que compramos en el puesto de agricultores del mercado hasta las manifestaciones multitudinarias, la cuestión es ir avanzando por todos los lados.

 

 

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